Carlos Sainz en IE University: “Why not?”

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El día 17 de abril, lunes, la IE Tower parecía más bulliciosa que de costumbre. Los ascensores con destino a la planta menos cuatro se llenaban rápidamente, con estudiantes esperando a sus puertas con nerviosismo. El auditorio estaba listo para una conversación fuera de lo habitual. 

Santiago Íñiguez de Onzoño, presidente de IE University, presentaba a Carlos Sainz como quien habla, orgulloso, de un amigo. Cercanos desde hace décadas, recordaba sus logros más significativos a la audiencia: el piloto español se ha alzado como campeón dos ocasiones en el Campeonato de España de Rally (en 1987 y 1988) y otras dos veces a nivel mundial (en 1990 y 1992), lo que se suma a sus tres primeros puestos en el Rally Dakar (en 2010, 2018 y 2020). Además, Santiago Íñiguez añadía uno de los galardones más recientes del conductor: el Premio Princesa de Asturias de los Deportes, recibido hace tres años, en 2020. Se consagra así como uno de los mayores representantes de los deportes de motor en España, así como en el mundo entero. Subió al escenario entre aplausos, dispuesto a revelar algunos de sus secretos de mano del director del centro IE Sports & Well-Being (Deportes y Bienestar), Clint Goodrich. 

“Soñar siempre es barato”

Goodrich y Sainz se sentaron en dos sillones con actitud distendida, casi de familiaridad. El piloto bromeó al principio sobre su hijo, con quien comparte nombre y profesión, aunque éste se centre en la Fórmula 1, y se disculpó en caso de no ser el Sainz que esperábamos ver. Admitió, después de las risas del público, que al principio no le gustó que su hijo eligiera el mundo del automovilismo, al que le reconocía grandes obstáculos, sobre todo en sus inicios. Su elevado coste o la escasa cultura del motor que existía en España, especialmente en el rally, fueron un reto.

Goodrich le empujó a explorar sus motivaciones para superar estas barreras y Sainz respondió categóricamente que “soñar siempre es barato” y que su ambición fue en aumento a lo largo de los años, desde Madrid a España, desde España al resto del mundo. Obstinado, se preguntaba “why not?”, ¿por qué no? Esa misma perseverancia es la que le llevó a convertirse en un piloto capaz de controlar cualquier terreno, con habilidades diversas que considera básicas para ser un gran conductor.

“Cuanto más trabajo, más suerte tengo”

Tales valores, como son la innovación y la adaptabilidad, fueron resaltados como el corazón de la filosofía de IE University por el presidente del centro de Deportes y Bienestar. Sainz reafirmó la importancia de dichas cualidades, así como la de defender lo que se cree y a uno mismo. Intentarlo es la clave, aseguraba, aunque no sea suficiente: se necesita disciplina y estrategia. Lo resumía en castellano, en medio de una conversación que se mantuvo mayormente en inglés: “cuanto más trabajo, más suerte tengo”. El trabajo beneficia a la gente. Si no se gana, se obtiene la experiencia para estar preparado para una nueva oportunidad, ratificaba el piloto. 

Y a Carlos Sainz no le falta experiencia, ni siquiera en vacaciones. Admitía pensar en el Dakar día y noche, “desconectar conectado”. La exigencia, explicaba, también se aplica a los integrantes de su equipo, a quienes recompensa con un compromiso igual al que le ofrecen. Hay que “predicar con el ejemplo” y trabajar en equipo, saber ser un líder como se enseña en esta institución educativa, señaló Goodrich. 

“Hay que ser positivo, no estúpido”

Los conductores ejercen un papel de liderazgo que debe ser aplicado con respeto hacia su equipo, añadió Sainz a los comentarios de Goodrich, y los profesionales que no escuchan sugerencias ni opiniones, o que hacen gala de una gran negatividad, no permanecen en los deportes de motor. El piloto explicaba que, a consecuencia del “no”, se pierde un pequeño porcentaje de posibilidades que pueden generar cambios significativos. No obstante, afirmó bromeando, hay que “ser positivo, no estúpido”. 

En cuanto a la capacidad de discernir los momentos en los que no existe probabilidad alguna de mejora, Goodrich inquirió a Sainz sobre cómo se puede superar el miedo al fracaso. El secreto, dijo el piloto, es simple: siempre intenta mejorar, colaborando con sus ingenieros para conseguir un coche más seguro en el que pueda reducir los peligros del deporte al mínimo, ya que “será imposible conducir el día que haya demasiados riesgos”. Afirmaba también que dejará de conducir el día que sienta que no pueda ganar, en una carrera profesional en la que hay que realizar constantemente un balance entre riesgos y accidentes. 

El presidente del centro de Deportes y Bienestar de IE University lanzaba su última pregunta al agotarse el tiempo: qué consejos daría a quienes quieran adentrarse en esta industria. Sainz hizo entonces un repaso de muchas disciplinas y reivindicó la sostenibilidad como un tema con gran futuro, al que prevé una transición compleja en un mundo apasionante que demanda la participación de los gobiernos.  

“¡Carlos, trata de arrancarlo, por Dios!”

Era el turno de los alumnos, que rápidamente aprovecharon su oportunidad de llevarse un poco de la experiencia de Carlos Sainz a casa. Hablaron sobre la colaboración con Audi en Fórmula 1, con altas tecnologías e inversión, que puede presentar oportunidades de victoria en un mundo complicado; sobre lo difícil que es comparar coches entre sí, desarrollados en una época de evolución constante… y sobre uno de los eventos más recordados de la historia del automovilismo: “¡Carlos, trata de arrancarlo, por Dios!”

Hablamos del Rally de Inglaterra de 1998, en el que el coche de Sainz se detuvo a 200 metros de su coronación como campeón del mundo por culpa de unas bielas defectuosas. “¿Cómo se aprende de las derrotas?”, preguntaba uno de los miembros de la audiencia. Sainz reconocía que no podía creerse lo que sucedía cuando el coche dejó de funcionar, le resultó uno de los eventos “más duros” que había vivido en el automovilismo. Le había llevado unos minutos de reflexión, en solitario, aprender a poner las cosas en perspectiva. A pesar de ganarse la fama de tener “mala suerte” por parte de la prensa a raíz del incidente, el piloto tenía, ya por aquel entonces, dos campeonatos mundiales, una gran familia (de hecho, su hija se graduó en Business Administration en IE University) y un trabajo dedicado a su pasión. “Una vida afortunada”. 

“Le deseo toda mi mala suerte a mis hijos”, declaró en medio de un auditorio silencioso, concentrado. “No creo en la suerte, creo en el trabajo duro”. 

Beatriz Sánchez del Río
Beatriz Sánchez del Río
Me gusta leer sobre lo que no entiendo y escuchar el mar, aunque sea de secano.

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