De la indiferencia a la añoranza: Asturias a través de mis ojos

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Hace cinco años, la sección Electopanel del periódico Electomanía decidió hacer una encuesta sobre la simpatía intercomunitaria en España, con el objetivo de sacar a la luz datos curiosos y encontrar la comunidad más querida por los españoles. Fue tal la repercusión de esta encuesta que llegó a oídos de todos los asturianos que habíamos sido coronados como la comunidad autónoma mejor valorada. Yo, con 15 años y una visión muy pesimista de todo lo que me rodeaba, me sorprendí extremadamente. 

Asturias, y especialmente Avilés, mi ciudad natal, durante mucho tiempo fue un infierno para mí. Parece cómico, y mi hermana me lo ha echado en cara, que yo odiara Asturias por sus fábricas y su aire contaminado y me mudara a Madrid sin el más mínimo problema. Yo veía mi ciudad como un obstáculo que me estaba impidiendo hacer lo que yo quería. No fue hasta el año pasado que me di cuenta del privilegio que tenía, de la suerte que me había acompañado toda la vida y de lo poco que lo había apreciado. Siempre soñando, con la cabeza en otro lado, nunca fui capaz de reconocer lo que tenía ante mis ojos. Sólo fue a través de la mirada de mis amigos, interesados por conocer Asturias, que fui capaz de ver todo desde otro punto de vista.

Querer volver de verdad a casa, añorar lo que tenía (incluso lo que en su momento odié) me hizo replantearme lo que pensaba. Viviendo mi supuesta “vida soñada”, jamás imaginé que desearía volver a mi cama, a mi casa, con mi hermana, mi madre y mi padre. Ojalá volver a estar en el salón con la abuela y todos los tíos. A estar rodeada de gritos y risas, a no tener que explicarme porque ya me conocen. Qué bonito es darse cuenta de que todo lo que uno aprende viviendo solo no es algo ajeno; se aprende a tratarse como su familia lo hizo toda su vida. Descubrí que los consejos que comparto con mis amigos son los que mi madre me da, que la intensidad con la que vivo es la misma que mi padre lleva en las venas, que el esfuerzo que pongo en todo es el mismo que mi hermana demuestra día a día.

Somos un conjunto de todos los que hemos conocido. Asturias es una parte de mí y quiero que sea una parte de todos vosotros. Ved Avilés con mis ojos, ved una ciudad pequeña e incomparable con Madrid con la ilusión de una niña que vuelve a casa y cuyo mayor regalo es ver lo mucho que le quieren y lo mucho que lo ha  echado de menos.

Os invito a probar nuestra comida y revivir por mí recuerdos que tanto añoro. Cada mordisco me transporta a un recuerdo de mi infancia, a levantarme tarde en casa de mi abuela y encontrarla en la cocina, con dos platos de frixuelos con azúcar esperándome y los cristales de las gafas empañados. Palabras que suenan a casa, olores y ruidos que al volver son como escuchar el nombre de una canción que tenías todo el rato en la punta de la lengua.  Significa ir de ciudad en ciudad atravesando preciosas montañas, verdes y llenas de orrios. El sonido del mar y la intensa humedad constante, el sonido de las gaviotas al levantarse o la arena de la playa en el suelo del coche en verano. Las comidas que se entremezclan con cenas con más y más quesos. La tradición y el amor, el cariño y la honestidad. Es hora de dar protagonismo a las regiones menos turísticas de España y fomentar lo más importante: la cultura y la gente. No somos sólo flamenco y tapas, hay mucho más por descubrir y esperando a ser conocido. Admirad su mar y su montaña,  sus fiestas, su sidra, sus historias, su orbayu… pero sobre todo, disfrutad.

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