La crisis ecológica a la que nos enfrentamos mundialmente nos está llevando a buscar nuevas formas de compaginar el progreso tecnológico y económico de nuestros estados con el bienestar del medioambiente. Las nuevas investigaciones y avances que luchan por solventar este problema han forzado una reevaluación de la forma en la que producimos bienes y servicios, como en los casos de las industrias agrícola y alimentaria.
La agricultura es el segundo sector industrial más contaminante en emisión de gases de efecto invernadero (GEI), siendo la ganadería el mayor emisor debido a las estructuras denominadas como “macrogranjas”. Estas instalaciones albergan un gran número de ganado industrial en un espacio reducido; desde decenas de miles de cabezas de ganado porcino o bovino, hasta cifras que alcanzan el millón en caso de la cría de pollos. Su impacto ecológico viene determinado por factores como la explotación de la tierra para la construcción de las instalaciones y la producción de alimentos para el ganado, el desecho de las excesivas cantidades de residuos animales generados o el alto consumo de energía que requieren las macrogranjas. Todo esto resulta en la contaminación del aire, la tierra y el agua del ecosistema en el que se llevan a cabo estas operaciones, además de la contaminación de ecosistemas externos que se necesitan para apoyar este modelo de producción agrícola. Sumado a los problemas de sostenibilidad, este sistema también empeora el perfil nutricional de la carne considerablemente, cuyo riesgo puede ser mayor para el consumidor debido al uso de medicamentos y químicos en el cuidado y procesado de la carne.
Estas consecuencias han motivado la búsqueda de alternativas a la ganadería industrial intensiva y, actualmente, se está popularizando a nivel global un alimento como posible sustituto de la carne: los insectos. La producción de insectos comestibles es un proceso mucho más ecológico y menos costoso que la cría de ganado, ya que se puede llevar a cabo con residuos orgánicos. Esto puede ser altamente beneficioso en zonas afectadas por crisis alimentarias. Además, la emisión de GEI es mucho menor, llegando a reducirse aproximadamente en un 90% cuando se hace con el uso de energías renovables y requiriendo entre un 50% y un 90% menos de espacio que la ganadería convencional.
Sumado a los beneficios ecológicos y económicos de su producción, se ha demostrado que los insectos comestibles son una fuente de nutrientes equiparable a la carne de ganado e incluso superior en varios aspectos. Un estudio reciente de la Universidad de Wroclaw comparó las medias de contenido de diferentes nutrientes en los tipos de carne más consumidos con una variedad de insectos comestibles. Los resultados indicaron que los insectos pueden ser mejores fuentes de proteína, calcio, zinc, cobre, manganeso y energía que la carne. También son ricos en grasas esenciales para el cuerpo, mostrando proporciones entre grasas poliinsaturadas y grasas saturadas más favorables y, al contrario que la carne, los insectos son fuentes de vitamina C y fibra dietética. Es cierto que, por lo general, no superan a la carne en el contenido de algunos tipos de grasas y minerales como el hierro pero, tanto en los insectos como en la carne de ganado, estos números pueden variar mucho dependiendo de varios factores y de las especies de las que se hablen. Por ejemplo, el estudio comparó la carne de caballo y la larva Gonimbrasia belina, ambas siendo las mayores fuentes de hierro de las carnes de ganado y los insectos comestibles, revelando que el contenido de la larva supera al de la carne de caballo unas quince veces.
Cabe destacar que la información disponible sobre la viabilidad de los insectos como alimento sigue siendo algo limitada, sobre todo en relación a los posibles riesgos alérgenos que podrían suponer algunos químicos presentes en ciertos insectos comestibles. Tampoco es un secreto que existe una visión negativa hacia el consumo de insectos en occidente y eso presenta obstáculos culturales que serían difíciles de superar. Ciertos expertos sugieren que los insectos pueden ser molidos para implementarlos en platos, haciéndolos menos repulsivos.
A pesar de los inconvenientes que quedan por resolver, es importante estar al tanto de los nuevos avances que surgen en esta industria. Todas ellas tratan de encontrar nuevas alternativas sostenibles, al igual que nutritivas, para satisfacer la creciente demanda alimentaria mundial. La población humana crece a un alto ritmo y, con ello, aumenta la necesidad de crear formas de alimentarnos que sean viables según su logística, salubridad e impacto económico. Tal vez los insectos no acaben siendo la solución definitiva pero representan el esfuerzo de dar un primer paso hacia algo mejor.