Lo que hace a un animal ser humano, que no “Ser Humano”, que es nombre propio y no propio del carácter, es su capacidad inédita de razonar y de poseer un cóctel químico, cerebral y único en el homo sapiens sapiens. Ahora bien, “Seres Humanos” hay más bien pocos. Pero no me malinterpreten, ser humano no es lo mismo que Ser Humano porque este último conlleva un esfuerzo que no todos nos atrevemos a realizar. O sea, es una actitud intrínseca, de libro. A mí también me gustaría ser un “Ser Humano” en su máxima sintonía; ya saben, realmente sentir que mi interés intelectual sugiere algo más que calcular el número de puntos que necesita mi equipo para entrar en la Champions. Pero más allá de rutinas enriquecedoras, si alguien llega realmente a Ser Humano es gracias a sus buenas costumbres.
Los libros son la primera puerta a un mundo pleno de hábitos beneficiosos que incentivan el desarrollo intelectual del cerebro; ayudan a los niños a conseguir la activación mental necesaria para una futura y provechosa vida. La evidencia científica nos dice eso, pero realmente, y ya desde un punto de vista personal, quien, con los medios necesarios, no lee a una edad avanzada (hablamos de bien entrada la adolescencia) tiene menos posibilidades de convertirse en “Ser Humano” que el niño que ha leído la serie de El Señor de los Anillos cinco veces. Dicho de otra manera, quizás con palabras más apacibles (pero definivamente menos redondas), observar a aquellos que no practican la lectura nos dirige a preguntarnos hasta qué punto aspiran a converirse en “Seres Humanos”.
Uno de los factores que contribuye a la decadencia del ser humano han sido las tecnologías. De una forma arrolladora, suponen un caballo de Troya para nuestras tentaciones. Las recibimos como un regalo envuelto en un papel de multitud de posibilidades que superan, literalmente, lo material. Hay quienes viven inmersos en algoritmos y se olvidan de la vida fuera de la pantalla y, cuando quieren remediarlo, ya no se acuerdan ni qué disfrutaban hacer: nada menos que sus buenas costumbres. No me supondría una sorpresa que, si Hobbes estuviese hoy aquí, añadiese una nueva columna a las pasiones naturales que debemos evitar. Por mucho que nos autoconvenzamos de la productividad de nuestros teléfonos, la realidad es que nunca acabamos por voluntariamente sacarles partido con alimentos provechosos para el intelecto. Lo sé, Tiktok es cómodo, Instagram nos hace sentir guapos y los libros, por mucho que los movamos de nuestra mesita de noche a la estantería, llevan cogiendo polvo demasiado tiempo. ¡Al menos, lo has intentado! La inmediatez de nuestros días destruye, en muchas ocasiones, la emoción de llegar a casa, sentarse en el sillón, tomarse un café y abrir el libro por la página donde lo dejaste, para dejarte sumergir así en un Big Bang de combinaciones literarias. Ese es el primer paso para convertirse en “Ser Humano”.
Irremediablemente, la vida política, empresarial y, de igual modo, la vida pública están llenas de seres humanos que ni evitan la brillantez ni la conocen. Sin embargo, una característica del ser humano (fíjense, ahora sí “ser humano”) es nuestro gusto por comentar. “Yo pienso que…”. Sí, tú piensas “qué”, ¿pero sabes tú, a ciencia cierta, ese “qué”? En la mayoría de las ocasiones, sobre todo en las ciencias sociales —donde no existe una verdad absoluta—, las opiniones se convierten en hechos, y los hechos, en opiniones. Usted no le discute a un físico lo que pone en sus libros, ni a un agricultor cómo labrar la tierra. Sin embargo, por algún casual, existe una tendencia intrínseca que nos convence que todo el mundo sabe de, por ejemplo, ley, política y democracia. El problema es que, quizás, todos deberíamos saber un poco más de estas materias. Es de tener buenas costumbres, sobre todo entre la juventud, el familiarizarse con la prensa, los escritores y, por qué no, con los críticos a nuestras ideas. En definitiva, saber qué le está pasando al vecino de enfrente o al país de al lado y, solo entonces, perderle el miedo a comentar.
¿Qué tiene que ver esto último con “Ser Humano”? Esencialmente, guarda relación con que las buenas costumbres son una guía de instrucciones. Es honrado poder llamarse a sí mismo “experto en” y corroborarlo, pero por encima de esto, es debido a las buenas costumbres que se nos considere individuos curiosos que quieran saber más. No es valiente el que vive bajo su burbuja de conocimiento, sino el que practica sapere aude, el que realmente se atreve a pensar (más allá). Así pues, pueden ver que esto no es cuestión de trabajos y personas de primera o de segunda. Cabe que sea sujeto de debate la capacidad de acceso a, por ejemplo, la lectura, pero sistemáticamente no podemos evitar volver al corazón de todo: las buenas costumbres.
¿Tiene usted buenas costumbres? Enhorabuena, está explotando el raciocinio humano al máximo.