En nuestro mundo reina el cambio constante, surge el Ser de otro Ser y del No-Ser. Como ya decía Heráclito de Éfeso: “Ningún hombre puede cruzar el mismo río dos veces.” Así, vivimos en el presente sin gran recuerdo del pasado. Pero la mente, una herramienta superior a la explicación científica, es capaz de ampliar los buenos momentos y manipular experiencias previas para recordar su mejor versión. Por ello, la percepción del paso del tiempo es un fenómeno cognitivo que provoca la distorsión de la historia.
Esta distorsión, sin embargo, no se limita solo a nuestros recuerdos, sino que también afecta cómo nos enfrentamos al presente, especialmente en una era donde la información se moldea y se presenta de manera manipulada. Por ello, en nuestra época de instantaneidad, es imprescindible filosofar. Es decir, hay que intentar acercarse a la verdad individual en vez de aceptar la manipulación de los medios de comunicación que nos convierten en un ser genérico e idéntico al prójimo. Tal proceso de investigación nos lleva a fomentar el pensamiento crítico, y por tanto, a cuestionarnos su origen. Es decir, en la época antigua, dominaban los dogmas, pero en la época contemporánea, se valora la racionalidad —¿cómo es eso posible?
Nos remontamos a Grecia en los siglos VII y VI antes de Cristo, donde se dio el paso del mito al logos. Primero, analicemos la semántica; de eso trata la filosofía, de analizar el lenguaje aunque nunca sea suficiente para expresar las ideas de la mente. “Mito” alude a enunciados mitológicos que explican el porqué de las cosas y “logos” proviene del verbo legein (decir), ya que el decir es un pensamiento constante y discursivo que produce eidos (ideas), imágenes o aspectos.Este cambio radical se debió, por una parte, a la aparición de la escritura y, por otra parte, a la desaparición de las culturas minoicas y micénicas.
En primer lugar, la escritura dio paso a la interpretación propia e individual, y por consiguiente, al pensamiento abstracto y crítico, pues al leer tenemos que entender la discusión sin que nadie la explique. Por lo tanto, la escritura adoptó dos características principales: la aparición del alfabeto griego, que representaba sonidos en vez de símbolos; y la aparición del artículo determinado, por el cual los conceptos dejaban de ser personificados por dioses (las transmutaciones de los dioses en ideas).
En segundo lugar, en el año 1500 antes de Cristo, el centro de Grecia y las costas de Asia Menor estaban ocupadas por las tradicionales culturas micénica y minoica. Estas fueron invadidas por los dorios y, a pesar de que estos bárbaros tenían una cultura más atrasada, poseían armas de hierro, lo que provocó su victoria. Así se da la desaparición de la cultura como fuente de respuestas; por ende, el yo debe generar las respuestas individualmente, como hicieron posteriormente los siete sabios de Grecia. Entre ellos se encuentra Pericles, el fundador de la democracia tal y como la conocemos hoy.
Fundamentalmente, en nuestro pensamiento siempre va a haber una diferencia entre el texto y la interpretación, ya que la segunda es subjetiva, falible y provisional. Sin embargo, esta hace posible la crítica y así pasamos del logo propherikos al logos apohántico, o dicho de otra manera, pasamos de argumentos ad hominem al pensamiento racional. Es en este salto, entre la incertidumbre de la interpretación y la claridad de la razón, donde reside la verdadera libertad del pensamiento humano.
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