En un momento en el que en el mundo se considera que una movilización es no solo indeseable sino improbable, en Estados Unidos se ha creado un fenómeno por el cual los ciudadanos han afrontado el miedo al COVID para darle prioridad al miedo de que el paĆs permanezca una sociedad racista que sigue dividida por el desigual acceso a oportunidades.
Esa reivindicación histórica permanece insatisfecha desde los primeros 19Ā negros queĀ llegaron cerca deĀ Jamestown,Ā Virginia, enĀ 1619, llevados por comerciantesĀ neerlandeses. Casi 400 aƱos despuĆ©s las cosas aĆŗn no han cambiado, āno importa cuĆ”n inteligente seas, la gente solo ve raza y colorā dice Jasmine Washington, 22 aƱos, estudiante de EconomĆa, segĆŗn El PaĆs.
Frente a un sentimiento compartido por toda la nación estadounidense, en al menos 30 ciudades se han presentado marchas y protestas que exigen un cambio. Se reclama la protección de los postulados bÔsicos de una constitución que dispone en su prefacio de principios que obedecen al Derecho natural y en cuyas palabras se expresa lo siguiente:
ātodos los Hombres son creados iguales, que su Creador los ha dotado de ciertos Derechos inalienables, que entre ellos se encuentran la Vida, la Libertad y la BĆŗsqueda de la Felicidad. Que para asegurar estos Derechos se instituyen Gobiernos entre los Hombres, los cuales derivan sus Poderes legĆtimos del Consentimiento de los Gobernados.ā
Desafortunadamente, las lecciones derivadas de la discriminación entre blancos y afroamericanos, entre Ć”rabes y judĆos, hindĆŗes y sijs, serbios y croatas entre otros, las cuales representan un sinnĆŗmero de guerras y las cicatrices mismas de la memoria histórica del planeta, no son suficientes para que, como humanos, detengamos el deseo de sentirnos superiores por diferencias superficiales y circunstanciales.
Sin embargo, tambiĆ©n hay cosas que celebrar. Me gustarĆa resaltar la implementación de la Ley 12/2015 en EspaƱa, conocida como la Ley de los SefardĆes que busca resarcir el desplazamiento de miles de judĆos a EspaƱa.
La historia de los judĆos en EspaƱa ha sido larga y su inicio difĆcil de determinar. Algunas posiciones históricas consideran que llegaron durante la Ć©poca del rey Salomón en virtud del comercio que existĆa con el pueblo de Tharsis, el cual se ubicaba en la PenĆnsula IbĆ©rica. Sin embargo, la posición mĆ”s consolidada estima que la mayorĆa del pueblo judĆo llegó con los romanos.
En el siglo VI, con los visigodos, se acentuó el cristianismo en la penĆnsula, y desde un principio, a los judĆos se les aplicaron restricciones con las cuales fueron prohibidos los matrimonios entre cristianos y judĆos, la edificación de sinagogasĀ o la posesión de esclavos, y se castigaba duramente al cristiano que se convirtiese al judaĆsmo. Los nobles que, en la PenĆnsula IbĆ©rica eran cristianos católicos, se jactaban de no tener sangre judĆa, la cual llamaban āsangre suciaā.
En los aƱos siguientes, la situación se fue haciendo cada vez mĆ”s difĆcil para los judĆos y los conversos, los cuales encontraron un alivio en la invasión musulmana. Ćstos, colaboraron con los musulmanes a lo largo de la Edad Media, y es por ello por lo que se fue extendiendo por los reinos cristianos el mito de la “traición” de los judĆos aliados con los musulmanes, mito que se intensificó durante las Cruzadas.
Como contrapartida a la protección musulmana, estaban sujetos a impuestos extraordinarios, debĆan aceptar una situación social inferior y someterse a discriminación de diversos tipos, teniendo negado el acceso a la mayor parte de los cargos pĆŗblicos.
Ese 31 de marzo de 1492 en el cual se dictó el Decreto de la Alhambra, con el cual se expulsó a los judĆos, ha quedado en el olvido con un acto de resarcimiento histórico a travĆ©s del cual se deja de lado la discriminación de miles de judĆos sefardĆes y se les concede una oportunidad para que sus descendientes puedan regresar a disfrutar de las virtudes de una tierra en la que siglos atrĆ”s sufrieron sus ancestros, pero a la que llamaron hogar.
Similares acciones y medidas merecen todos los casos de racismo registrados. Se destaca como poderoso pilar correctivo el rechazo por parte de todos los ciudadanos de aquellos que conservan estructuras ideológicas contrarias a la igualdad, que con palabras distorsionan la verdad y que carecen de la capacidad de reconocer el valor de todo lo que les es ajeno.